lunes, 14 de noviembre de 2011

Alice.



Mi nombre es Alice Cooper, y mi vida es perfecta.

Se podría decir que una vida perfecta se puede basar en una infancia feliz. Llena de tardes de juegos, de risas y de cariños paternos. Una adolescencia llena de popularidad, alguna que otra fiesta loca, traiciones entre amigos, la primera vez. Una juventud en la universidad donde los conocimientos crecen y la experiencia también, encontrar un trabajo, ascender, conseguir prestigio.

Mi nombre es Alice, de apellido Cooper, soy diseñadora gráfica en una empresa de diseño. Vivo en un ático del centro con mi prometido. Somos la pareja perfecta según nuestro círculo de amigos y conocidos, nos casaremos en un año. Mi gato persa es de pura raza. Mis muebles son de la mejor calidad. Mi ropa es de marca. Viajo alrededor del mundo presentando proyectos para mi empresa. Mi dentista es privado y mi peluquera siempre tiene hora para mí.

Hace dos semanas, fui al especialista por un resfriado que persistía. No era un resfriado.

Mi nombre es Alice, y mi vida es perfecta. Excepto que tengo tuberculosis.

Y este es el momento en que, sentada en mi sofá modelo Karlstad comprado en Ikea pienso: ¿qué he hecho para merecer esto?.

Hoy me ha llegado en el correo la carta de despido, aunque pretenden disimularlo con “una suspensión de empleo temporal”. Mi prometido hace una semana que me abandonó, su excusa fue que “no podría soportar mi pérdida repentina”. Se ha llevado toda su ropa, sus películas, sus discos. Se ha llevado hasta el gato. Mi casero hace dos días me ha dicho cuando pienso poner el ático en venta.

Mi nombre es Alice Cooper, y me he quedado sin trabajo, sin novio, sin casa y sin gato. Mi vida ya no es tan perfecta como pensaba. Creo que, en el fondo, no me queda nada por lo que luchar.

Esta mañana mis pulmones han soltado el primer esputo de sangre. Mi médico privado ha dicho que me queda menos de tres meses.

Y yo pensaba que esto ya estaba erradicado. “¿Qué he hecho yo para merecer esto?”.

Y este es el momento en que, sentada en mi sofá modelo Karlstad, pienso que lo mejor sería recoger mis cosas, guardarlas en cajas y mandarlas a una obra de caridad.

Total, ya no me queda nada por lo que luchar.



viernes, 1 de julio de 2011

Burn.



- No es que me guste del todo hacerlo, - dijo mientras escupía el humo que salía de su garganta - pero puedo pensar mejor.

Dicho esto, cogió el cigarro y, con una desición pasmosa, clavó la punta de ceniza en la quemadura casi cicatrizada de su antebrazo. Dejó escapar una mueca de satisfacción.

- ¿Y dices que eso te hace sentir mejor contigo misma? - dijo su hermana con un tono sarcástico.
- Digamos que es mejor que toser sangre. - contestó, hiriente.

Ambas se sumieron en un pesado silencio, donde el sonido de la ceniza cayendo al suelo y el humo danzando a su alrededor fue el único protagonista de una conversación muda.