lunes, 4 de noviembre de 2013

Borracha agresiva.



No, no soy una borracha graciosa. Normalmente cuando me emborracho acabo haciendo cosas de las que después me arrepiento. Como aquella vez que me acosté con dos tíos la misma noche en una juerga de la facultad. O cuando intenté hacerle la cena a Andrew y los burritos acabaron pegados en la sartén y por poco le prendo fuego a la cocina. O como aquella noche que por muy poco acabo ahogada en la bañera por quedarme dormida en medio de un baño de burbujas acompañada de una botella de vodka del malo.

Los únicos pensamientos suicidas que he tenido han sido estando muy pedo. Es como un momento de lucidez entre todo lo que pretendo olvidar con el alcohol. De repente me levanto y tambaleándome doy vueltas por mi apartamento buscando una bonita forma de morirme. Pero no importa, porque siempre termino abrazándo el váter y vomitando todo el alcohol que mi pobre hígado ya no soporta.

Durante unos días muy malos prometí que nunca volvería a pasar por una resaca de ginebra, de vodka, de tequila y de whiskey. Así que simplemente me quedé con la cerveza.

Y aquí estoy, con casi ocho latas vacías de cerveza premiun en la mesa, la barriga hinchada, la vista desenfocada y con ganas de hacer alguna tontería de las gordas, de esas que prometo nunca más en la vida hacer.


miércoles, 16 de octubre de 2013

Hormona con patas.



En primer lugar, exactamente no sabía por qué estaba viendo esa película. Estaba sola en casa, insomne, dolorida y aburrida, y lo primero que hice fue ir a mi estantería y coger una película al azar. Después de ver los primeros diez minutos pensé "¿Por qué compraría ésta pastelada?". Y después me dí cuenta de que era de Tim Burton, y que desde los quince no veía ninguna película de él que no fuera Ed Wood o Mars Attack!

"- ¡Narcisos!
- Son tus flores favoritas.
- ¿Cómo has podido encontrar tantas.?"

Eso no significa que no me gustara, sino que no estaba exactamente de humor como para tantos colores, frases románticas y un protagonista de sonrisa perfecta y ojos azules. Me hacía pensar. Y eso era malo, porque mi monólogo interno no me dejaba disfrutar de Big Fish y distraerme.

"- He llamado a todas las floristerías de cinco estados. Les dije que era la única manera de que mi esposa se casara conmigo.
- ¡Ni siquiera me conoces!.
- Tengo toda una vida para conocerte."

Si es que tendría que haber puesto Abierto Hasta el Amanecer. Tiros, vampiros y strippers era lo que necesitaba yo ahora.

Me levanté del sofá y me dirijí a la nevera, en busca de algo dulce y prohibido. A lo mejor así lograba distraerme como lograba hacer antes sin ningún remordimiento. No me había fijado que Atenea había abandonado su cojín para seguirme animada y con la lengua fuera.

- Desde que te saco a correr por las mañanas estás muy pesada. - le dije con mi mejor tono antipático, desquitándome injustamente con ella.

Pero ella simplemente se sentó y empezó a mover el rabo, mirándome.

- Eres una gorda interesada. - refunfuñé.

Cuando Atenea vió como me acercaba a la despensa y sacaba su bolsa de pienso se levantó de un salto e intentó meterse entre mis piernas, como si tuviera la misma ansiedad que yo por comer algo.

La verdad es que no le había rellenado el comedero desde anoche. La había ignorado por un cabreo que llevaba arrastrando varios días.

- Andrew tendría que haberte puesto de comer. - Pensé en voz alta.

Pero Andrew ya no podía encargarse de ella cuando tenía alguna guardia. Porque Andrew ahora tenía a su bombero de calendario y estaba más feliz que nunca saliendo a cenar, al cine y yendo a su casa a pasar la noche.

No como yo. Que estoy viendo una película sola en casa.

- ¡Atenea, estate quieta joder!. - Alcé la voz para que se quedara quieta, pero no paraba de intentar llegar ella primero a la bolsa de pienso, y mi enfado iba aumentando, y mi hilo de pensamiento no me dejaba tranquila.

"Supuestamente estás mejorando, ¿por qué estás sola?. ¿Por qué estás tan sola pensando en comida?. ¿No deberías estar durmiendo?, ¿no deberías tener amigos?..."

- ¡ATENEA!, ¡QUIETA!.

Y entonces pasó lo que menos esperaba. Atenea soltó de repente un ladrido y un quejido agudo. Le había pisado una pata y se había alejado de mí.

Me quedé quieta en el sitio con la bolsa de pienso en la mano, mirándo cómo se sentaba y se lamía un par de veces la pata derecha. No había parado la película cuando me levanté del sofá y tampoco había cerrado la nevera. Y de repente ví cómo llevaba toda mi vida haciéndole daño a las personas que quería, cómo las alejaba de mí con solo abrir la boca. Cómo había fracaso en todo lo que quería mejorar solamente por mi ego y mi egoísmo y mi envidia.

- ¡Lo siento!. - Le dije a mi perra mientras tiraba el pienso y me arrodillaba junto a ella, abrazándola por el cuello. - Por favor pérdoname, lo siento lo siento...

Y entonces maldecí a la menstruación y a la biología y a la veterinaria. Insulté a Andrew y a mi torpeza y a su bombero de calendario y a esa manía mía de llenar mis vacíos existenciales con películas.

Y lloré ahí, arrodillada en el suelo abrazando a mi perra. Y lloré y lloré...


jueves, 19 de septiembre de 2013

Primera cita.



- Aún no puedo creer que John Adams te invitara a salir, Claire. ¿Sabes lo que te van a envidiar esas arpías internas en planta?. No puedo esperar a ver sus caras.
- No te hagas ilusiones todavía Andrew, solo me ha invitado a cenar.
- Claro, pero ya sabes que significa eso. - Me dijo mientras se acomodaba mejor en mi cama y observaba como revolvía el armario. - Después de la cena te invitará a tomar una copa, después de esa copa te invitara a su casa para tomar juntos y en un lugar más tranquilo la última, te subirá en su resplandeciente Audi y te llevará a su casa donde acabarás comiendole la boca y teniendo el mejor polvo de tu vida.

Acabé soltando una carcajada al oír la última frase.

- Lo siento, pero mi nueva yo no folla hasta la tercera cita. - le dije.
- Pero sigue siendo tan ordinaria como "tu antigua yo".

Me giré para mirarle y me mordí el labio pensativa, Atenea estaba acomodada a su lado y él le rescaba las orejas con cariño.

- ¿Crees que he hecho bien en decirle que sí?.
- Estamos hablando de John, cariño. Hasta yo le diría que sí si me pidiera una cita.
- Pero Andrew, le he dado plantón a Christian por salir con él. No sé si he hecho bien.
- ¿Qué le dijiste a Christian?.

Volví a centrar mi atención en el armario. Normalmente cuando tenía una encrucijada sentimental como ésta lo mejor que podía hacer era hacer cualquier cosa banal.

- Le dije que no me había acordado de que ésta noche tenía otros planes y que podríamos quedar otra vez cuando le viniera bien.

Noté como mi amigo se daba un golpe en la frente, como si con su gesto quisiera expresar mi metedura de pata.

- Manejando sentimientos eres tan delicada como si atropellaras a un animal Claire.
- ¿La he cagado verdad?. - pregunté mientras cogía la percha que estaba buscando.
- Si te hablo desde la experiencia seguramente le hayas roto el corazón y se deprima durante varios días.
- Estamos hablando de un forense Andrew, no de tí. - Volví a girarme con el vestido que estaba buscando en las manos. - ¿Crees que se habrá enfadado?.
- Exactamente no lo sé cariño, pero lo más probable es que esté disgustado.

Bajé la mirada y la clavé en mis manos que sostenían la percha. Aún parecían las manos de una desconocida, repentinamente cuidadas y con las uñas pintadas, al igual que los pies.

- ¡Pero ahora no puedes deprimirte por eso! - me sacó Andrew de mis pensamientos de repente. - Tienes una cita con el médico mas sexy de todo el hospital, ¡y tienes que estar a la altura, pelirroja!.

El mote me hizo sonreír.

- ¡Sí joder!, ¡tengo una cita con John y voy a estar increíble y voy a acabar follándomelo!.
- Y por ahí se marcha la chica decente de la que me sentía orgulloso. - dijo mi amigo entre carcajadas.

Cuando puse el vestido sobre la cama, mucho más animada, Andrew me miró como cuando robaba el paracetamol caducado del carrito de farmacia. 

- No vas a ponerte eso. - Me dijo con el semblante serio.
- ¿Por qué no?, ¿qué tiene de malo?.
- ¡Por Dios Claire! - el rápido movimiento que hizo con los brazos hizo que Atenea se levantara asustada. - ¡No vas a ponerte el mismo traje que usaste para la maldita graduación de medicina!.


martes, 10 de septiembre de 2013

Monstruos.



- ¿Siempre has vivido así?, ¿teniendo alucinaciones?.

La pregunta no molestó a Will en lo más mínimo.

- Sí. - contestó de forma automática. - Desde que vivía con mi abuela recuerdo tenerlas.

Kacey se acomodó mejor en el sofá, doblando su pierna derecha, y se acercó otro puñado de fideos chinos a la boca. El exorcista envidió por un momento su habilidad con los palillos.

- ¿Y qué es lo que ves?. - preguntó ella.

En principio no supo como contestarle. Tal vez porque nunca comprendió del todo el por qué de sus ilusiones, tal vez porque nunca le habían hecho esa pregunta. Jugueteó con su arroz tres delicias usando el tenedor, pensativo, mientras la chica le observaba expectante con un brillo de curiosidad en sus ojos azules.

- Normalmente veo la forma en la que las criaturas intentan esconderse.
- ¿Ves la forma original de los demonios?, ¿y de los vampiros?.
- Sí. También veo oscuridad y luz, demasiada luz. No logro diferenciar si algo está pasando de verdad, a veces camino sonámbulo por todo el edificio. Es incómodo porque no hay un patrón, la mayor parte del tiempo siento como que en realidad no estoy aquí, o me siento como un títere.

Kacey siguió mirándole fijamente, esperándo más, esperando a una explicación mejor.

- Veo demasiados monstruos. - Terminó por decir Will.

La chica esbozó una sonrisa comprensiva.

- Yo no tengo miedo de los monstruos.

Entonces Will le correpondió la sonrisa, pero la suya no era tan alentadora, ni iba acompañada con un brillo en las pupilas.

- Eso es que nunca has visto uno de verdad.


lunes, 29 de julio de 2013

Ilusiones.



"Éste mundo en el que vivimos nadie es lo que parece, William." 

Esas son las palabras que más recuerdo de mi abuela. Sus sabios consejos y sus lecciones. No sé que habría sido de mí si ella no me hubiera respondido a tantas preguntas que a mis tiernos ocho años me daban pavor. Normalmente me lo siguen dando.

Recuerdo que la primera vez que creí a mi abuela fue cuando la acompañé al mercado y una de las dependientas del puesto de frutas tenía unas alas de pájaro enormes saliéndole de la espalda.

"Tienes un don, y debes aprovecharte de él para estar siempre por delante". Recuerdo que ella también lo tenía. Veía las mismas cosas que veo yo. Tengo la capacidad de ver la verdadera forma de las criaturas que nos rodean, que se esconden entre nosotros. Para trabajar de exorcista es una total ventaja, si al menos cobrara más.

Pero a veces, en mi estado, es complicado diferenciar lo que es realidad de lo que no.

Tras la pose informal y el parloteo de mi amigo Brian sé que esconde el pesar del estigma que le supone estar maldecido por algo que él no eligió. Nunca se lo diré, pero a medida que las lunas llenas se acercan, sus pupilas se dilatan siempre, sus dientes se afilan como los de un canívoro, y veo como su instinto cazador sale en busca de comida. También veo cuando Claire huele en el aire la sangre fresca de mis heridas cuando entro a su bar, como se relame y cierra los ojos recordando a qué sabía la sangre humana, cuántos años lleva sin probarla, y veo sus ojos brillar, su mandíbula desencajarse. Veo como sus colmillos se alargan y sus manos se preparan para despedazar.

En realidad lo único que está haciendo es servirme una copa. Brian me saca de mis ensoñaciones con un ligero golpe. 

- ¿Otra vez quedándote dormido Will?. - me preguntó con una burlona sonrisa.

Me pregunto si sería capaz de entender lo cansado que es separar continuamente la realidad de mis ilusiones. 

- Creo que anoche no dormí muy bien.
- Tú nunca duermes. - dijo Claire desde su lado de la barra, poniéndome la copa delante. - eres de los míos.

La diferencia entre la vampiro y yo es que ella arregla de día motos viejas en su taller para entretenerse y por la noche abre El Gato Negro para ganarse la vida. Yo por la noche tengo que comprobar si es verdad que salen cascadas de agua de las paredes y el suelo se está derritiendo, si el espejo colgado en la pared le faltan pedazos o si el ruido que viene del baño es que hay un ciervo acomodado en la bañera.

No creo que nunca llegue a contarle a nadie lo que veo de verdad. Creerían que he terminado de volverme loco o incluso peor, no me dejarían beber nunca más aquí.


lunes, 15 de julio de 2013

Eso.



- Vamos, chupasangre, ¿ésa es tu cara de diversión?.
- No, es mi cara de "ja, ja. Que te den".


Soliloquio de las 3 PM.



- Este es mi soliloquio de las 3 PM. - dijo en voz alta, en medio de su taller. - donde digo lo que me parece.

Se levantó de su butaca y comenzó a caminar. El mono de trabajo medio abierto, con las mangas amarradas a su cintura, la camiseta llena de grasa, los guantes aún puestos. Descalza, pisaba las manchas de aceite de motor y las virutas de chapa.

- Llevo todo el día intentando arreglar los radios de una Harley Davidson XR1200. No sé en qué basurero la encontré ni cuándo, solo sé que llevo veinte años perdiendo el tiempo en ella. 

Al pasar al lado de la susodicha moto, le pegó una patada en la rueda delantera.

- Como si buscar repuestos fuera lo más fácil del mundo.

Se dió la vuelta para dirijirse a su mesa de trabajo.

- Y eso que solo llevo setenta y tres años aquí. El puto bar me tiene desquiciada. Ese asqueroso hombre lobo no para de meter las narices donde no le llaman y el "cazador" me debe dos meses de botellas de whiskey. Maldito borracho. Lo único que me faltaba era que llegara anoche el señor exorcista con la intención de que le ayudara a esconder a una adolescente estigmatizada. 

Miró hacia una pared, donde el cuadro casi borroso de una mujer victoriana sonreía con sorna. 

- "Vamos, sabes que en el fondo estás aburrida". - imitó el tono grave de un hombre. - ¡Pero que se ha creído!, ¡soy la dueña de un bar!, ¡no tengo tiempo para aburrirme, solo para volverme loca con mi cabeza!.

Cerró los ojos un momento y pasó la punta de su lengua por sus afilados colmillos. Como si con ello lograra tranquilizarse.

- Ese Will Graham no tiene ni idea de lo que es estar aburrida. ¿Sabes lo que es aburrido, pequeño humano tontorron?. No duermo, no como, ni siquiera puedo emborracharme para pasar el tiempo. Solo me entretengo reparando motos escondida del sol en este húmedo taller y rodeada de lo que ha sido mi larga y aburrida vida.

Volvió a dar una vuelta más por el taller, la bombilla del techo oscila de un lado a otro. El goteo de una tubería no resulta un compañero agradable. La vampiro se acercó a una estantería y cogió una vieja pistola llena de polvo y sonrió.

- Ni siquiera existen los cazavampiros eficientes. Me gusta beber sangre. No puedo morir. ¿Sabes lo que es aburrido de verdad, pequeña amiga? - preguntó a la pistola. - La inmortalidad.

Sin muestra de duda, se metió el cañón del arma en la boca y apretó el gatillo.


lunes, 10 de junio de 2013

Bombero de Calendario



"- Y que fué de su cordero, Clarice?.
- Él lo mató.
- Aún se despierta algunas noches, ¿verdad?. Se despierta en plena noche, y oye chillar a los corderos..."

Atenea soltó un sonoro bostezo. Sacando su larga lengua y enseñando sus labios negros.

- Vamos, antes veías conmigo estas pelis y no te aburrías. - le dije con cariño antes de volver a centrar mi atención en Jodie Foster.

Ella volvió a apoyar la cabeza en su cojín, entrecerrándo los ojos.

"- Y cree que si salva a la pobre Catherine podría hacerlos callar. Cree que si Catherine vive no volverá a despertarla en plena noche el horrible chillido de los corderos.
- No lo sé... no lo sé...
- Gracias, Clarice. Gracias."

"Bicycle bicycle bicycle I want to ride my bicycle bicycle..."

Dios, como odio las interrupciones. Cogí mi móvil sin siquiera mirar quién era el nombre de la pantalla.

- ¿Diga?.
- Claire, no te puedes ni imaginar lo que me ha pasado.

En el fondo ya me lo temía. Cogí el mando y puse en pausa la película. Lo siento Anthony Hopkins, otra vez será.

- ¿Qué te ha pasado Andrew, encanto?. - pregunté con ironía.
- Creo que he conodido al amor de mi vida.
- ¿Otra vez?
- ¡Ésta vez es en serio!, te lo juro Claire, el definitivo.

La voz de mi amigo sonaba más ilusionada que otras veces, me lo imagino perfectamente ahora mismo sentado en el office de Urgencias con las piernas cruzadas y moviéndo los pies frenéticamente como una colegiala de comedia americana.

- A ver, cuéntamelo todo.

Esto iba para largo. Me levanté del sofá, haciendo que Atenea abriera los ojos y me mirara con curiosidad, y me dirigí hacia la nevera.

- Hace cosa de tres horas. - Andrew comenzó con su relato. - Llegó un grupo de bomberos con heridas leves, al parecer un edificio en llamas se acabó derrumbándo encima de ellos.
- No entres en detalles, acabo de parar una película por tí. - le corté mientras me abría un yogur desnatado y buscaba una cucharita limpia.
- ¡Pero los detalles son lo mejor de todo!. - me replicó. - Allí estábamos organizando a los bomberos que venían, lo típico, a los más graves los íbamos estabilizando y metiendo en la UVI y al resto los ibamos atendiendo poco a poco. Y entonces apareció. Dios Claire tendrías que haberlo visto, llegó ayudándo a un compañero con la rodilla rota dejándo que se apoyara en él, ¡y no le importaba que tuviera quemaduras en el brazo!. 
- ¿Leves?.
- Primer grado en el hombro y segundo grado superficial en casi todo el antebrazo. - contestó rápida y profesionalmente. - Me acerqué a ellos para ayudarles a entrar y a él me lo llevé a una sala de curas para mirarle las quemaduras. Era un auténtico encanto, cariño, se pasó todo el rato sonriéndome, diciéndome que no le dolía y haciéndo bromas.
- ¿Estaba bueno?. - pregunté con la boca llena de yogur.
- Es un bombero, Claire. Menudas preguntas haces. 
- Pero dime al menos como era.
- Era... era un auténtico bombón. - ya comenzaba a exagerar. - Tenía el pelo rubio, con los lados un poco rapados y un pequeño tupé, los ojos verdes y la mandíbula cuadrada. Estaba bronceado y tenía una sonrisa de ortodoncia y de anuncio de pasta de dientes que te derretían.
- ¿Ocurrió algo más interesante?.

En ese momento, mientras chupaba la cucharita llena de yogur, no pude evitar pensar en el calendario de bomberos que había colgado en la peluquería.  

- Su nombre es Neil Jackson, ¡y dijo que había sido un placer conocerme!.
- ¿Y han quedado?, ¿le diste tu teléfono?.

Un silencio me respondió a mi pregunta.

- Andrew, creo que una señora senil puede llevar mejor sus ligues que tú.

Y eso era un hecho, no una exageración. Anthony Hopkins me daba la razón desde la película pausada en el televisor con una sonrisa psicópata.


miércoles, 5 de junio de 2013

Demasiado Refresco Light.



La velada estaba siendo sencillamente increíble. En un restaurante de categoría como era aquel, donde se celebraba la cena de Navidad del Hospital, todos los cirujanos estaban sentados en la misma mesa. Cenando pavo relleno y demás delicatessen de foiegrass y ensaladas nadie había hecho comentarios con doble sentido y las copas de vino cada vez se llenaban más y más. Y sí, ahí estaba yo más espectacular que nunca, con mi traje negro de Versace, mi pelo recogido en un moño perfecto para dejar al descubierto mis pendientes de brillantes diamantes, mi mirada felina y un talante que podría haber sido la envidia de Greta Garbo. Una orquesta de instrumentos de cuerda tocaban finamente de fondo una versión lenta de "Santa Claus Is Coming to Town".

John Seductor-Adams estaba sentado en frente de mí. Dedicándome esas miradas que hacía que las enfermeras se desmayaran por los pasillos. Seguramente sería por el escote que me hacía el vestido o la manera peculiar en la que estaba bebiendo de mi copa, pero disfrutaba del momento. Wendy Envidiosa-Soukal me miraba con odio mal disimulado, la jefa de personal Marie Obesidad Morbida-Williams halagaba mi trabajo en Urgencias y todos se reían escandalosamente como borrachos en una cantina. Andrew no había aparecido, pero por primera vez no necesitaba de su compañía para sentirme integrada.

Me reí con los demás, hice varios comentarios que hicieron que toda la mesa me atendiera. Pero un grito de terror desvió la atención de todos.

- ¡¡Dios mío!!, ¡un médico!, ¡por favor que alguien me ayude!.

Efectivamente, en la mesa de al lado una joven veinteañera gritaba asustada al ver a su marido octogenario atragantándose con una gamba llena de salsa rosa. 

Ninguno de mis compañeros se atrevía a reaccionar así que yo me levanté, decidida, con mis tacones de aguja de Dior clavándose en el suelo de mármol hasta el millonario víctima de una gamba atravesada. El cuarteto de cuerda empezó a tocar la intro de "It's the Final Countdown". Le hice levantarse y le agarré desde la espalda, y con un golpe seco hice una maniobra de Heimlich perfecta que hizo que la gamba saliera disparada. Un violín interpretó el silbido de la gamba cayendo hasta una copa de champán, haciendo un sonoro "plock" que rebotó por todo el restaurante. Todos los presentes se levantaron y comenzaron a aplaudir, el anciano volvió a sentarse en su sitio para seguir con su cena, y yo levanté los brazos en actitud humilde, apagando los aplausos. De fondo se podía intuir la melodía de "We are the Champions" mientras unas jubiladas alzaban desde su mesa carteles con sietes y ochos pintados en ellos.

Y de repente noté una mano pasando por mi cintura, dándome violentamente la vuelta para encontrarme de lleno con la cara de John No tomaré un no por respuesta-Adams. 

- Quizá podríamos tomarnos la última copa en mi casa. - dijo con su tono de voz de Casanova. - La limusina nos está esperando.
- Oh, será todo un placer. - contesté yo con una sonrisa enigmática cual Mona Lisa desde su vitrina.

Y ambos nos ensalzamos en un apasionado beso, salvaje, exitante, tan cachondo que las señoras esta vez alzaron carteles con dieces, dándonos la máxima puntuación.

(...)


El despertador sonó con su pitido agudo, despertándome de un ligero sobresalto. Abrí los ojos al instante, con media cara hundida en la almohada y un ligero hilillo de baba corriéndome por la comisura del labio. Tenía el brazo derecho dormido, las sábanas enredadas en las piernas, y Atenea me quitaba gran parte de mi sitio de la cama con su cola y sus patas traseras.

Demonios. Otra vez había mezclado Valium con refresco light.


martes, 4 de junio de 2013

Yogur Desnatado.



4. Hacer dieta.

- ¿Crees que vas a aguantar mucho tiempo con ése propósito?.

Le contesté con un gruñido.

Andrew no paraba de leer mi Lista. De arriba abajo y de abajo a arriba. Como si buscara fallos, el muy mamón. Él sentado en una de las butacas de la cocina mientras yo colocaba la compra. Prácticamente ha sido la primera compra decente que he hecho en meses, y me dediqué exclusivamente a elegir productos sanos, variados, bajos en grasas y con una lejana fecha de caducidad.

- ¿Y piensas cocinar todos los días? - siguió preguntando inquisitivamente.
- El propósito es hacer dieta, no aprender a cocinar. - le respondí cortante mientras metía la verdura en los cajones de la nevera. - Además, me paso en el hospital mucho tiempo, acabaré comiendo del menú como siempre.
- Podrías modificar ésto y poner "Hacerme la comida para aprender a comer bien".
- Mi psiquiatra me ha dicho que deben ser objetivos cortos, y lo que me dices tú son dos.

Mientras se reía abrió una de las bolsas que aún estaban encima de la encimera.

- ¿Piensas alimentarte a base de yogures?
- Eh, que son yogures desnatados. Y son buenos para comer entre horas.