domingo, 14 de febrero de 2016

Piel.



Tengo tatuadas dos rosas rojas,
una amarilla,
cuatro muciélagos,
un paraguas
y dos animales más.

Aun así sigo decorando mi piel con moratones
porque la falta de vista hace que me tropiece con todo.
Con cortes,
con quemaduras de aceite caliente,
con mordidas y lametones.

Tengo tatuado un origami,
una chica a la que le falta la mitad de la cara
y una inquietante mano de robot que sostiene la frase de una canción.

Y aun así tengo hueco para más granitos,
espinillas,
cicatrices y heridas,
más estrías,
más tinta de bolígrafo recordándome lo que tengo que hacer al llegar de clase
y ojeras perennes.

Sigo siendo una de esas libretas que no he terminado de llenar,
una memoria con espacio libre,
porque a la piel hay que darle uso
y a mí todavía me queda mucho hueco para escribir.